Yo también estoy cansado de los gobiernos de España, pero estoy especialmente cansado de los gobiernos canarios. Los canarios debemos ser conscientes de que la solución a nuestros problemas no va a venir nunca de España, especialmente ahora que la ultraderecha cabalga a lomos de la ignorancia, amenazando con hacerse con el poder y devolvernos al ostracismo de la historia. El “a por ellos”, que tanto nos avergonzó a los que tenemos unos sólidos principios democráticos, fue la constatación de que con las dosis adecuadas de manipulación política y mediática somos capaces de repetir nuestra triste historia.
Las migraciones no son un problema nuevo. Existen desde que el mundo es mundo. Un problema que soportan los que se ven obligados a emigrar de su tierra, como antes lo hicieran los canarios y otros muchos pueblos del mundo. Este fenómeno natural, desde el origen de los tiempos, se transforma en problema cuando se pretende “enjaular” a los migrantes en un territorio limitado ya de por si superpoblado como Canarias. Hasta pocos conflictos crea este colectivo humano, encerrado y sin esperanza. Es evidente que se quiere convertir a Canarias en una “Lampedusa”, una cárcel de inmigrantes en donde la única “esperanza” es esperar a que les devuelvan a unos países de los que huyeron jugándose la vida...
Las mafias son inherentes al problema y no el origen. Allí donde exista una necesidad -en este caso la necesidad del desplazamiento migratorio- surgirán “mafias” a distintos niveles, a veces “artesanales” que pretenden aprovechar tal circunstancia para ganarse unos euros. En ocasiones ni siquiera son mafias, tal y como las conocemos, sino una familia o grupo de pescadores los que les facilitan la embarcación para realizar el desplazamiento, con lo que intentan -a su vez- salir de su propia precariedad. En Canarias existieron varios armadores, propietarios de algunos veleros de la época, que hicieron su agosto llevando emigrantes canarios a Venezuela, Cuba, Argentina, etc., pero entonces ni ahora nadie les llamó mafias… Las mafias organizadas son otras, las de la droga, las armas, la trata de mujeres o las antiguas esclavistas, origen de muchas fortunas de acomodadas familias españolas... El problema principal de determinados políticos y la prensa es que se acostumbra a poner el apelativo de “mafia” a todo lo que se pretende penalizar, cuando en realidad es un problema de orden social mundial, provocado en origen -por la corrupción y el saqueo de sus recursos naturales- e incentivado por los propios países que ahora criminalizan el efecto migratorio.
La derecha española trata de sacar provecho político de toda contingencia: la inmigración, la pandemia o lo que se tercie con tal de socavar un poder que ellos consideran que les pertenece, por las buenas o por las malas... A este desborde migratorio no han tardado en sacarle tajada, ya lo vienen haciendo desde hace tiempo, no porque les preocupe lo más mínimo la vida de los que se la juegan en la travesía, sino porque aprovechan la coyuntura para sembrar la semilla del odio, siempre presente en su retorcido discurso, unas veces sutil y otras descarado y cruel. Al actual gobierno español, supuestamente de izquierdas, nunca se le habría ocurrido convertir en cárcel ninguna parte del territorio peninsular.
Esto me refuerza en el convencimiento de que somos los canarios los que debemos tomar las riendas de nuestro futuro, sin franquicias, con los partidos que compartan esta filosofía o por el empuje social de una mayoría convencida. No podemos seguir en actitud pedigüeña, con la mano tendida, esperando la caridad de la metrópolis. Pero cuidado con confundir los diferentes planos que pueden verse comprometidos; veo con demasiada frecuencia a perfiles independentistas “picando” en el comedero del racismo y la xenofobia. El pueblo canario debe hacerse respetar de los desprecios de España, pero sin perder su esencia. Debe hacerse por tanto en base a planteamientos sencillos, con capacidad de aunar voluntades en la solución a nuestros problemas archipielágicos, no por ello carentes de reflexión y argumentos lógicos. Debemos huir de radicalismos rancios, cargados de egos independentistas (que en todas partes cuecen egos...), faltos de la necesaria empatía social para transmitir un mensaje de respeto y autoestima. No se trata de aunar odios contra nadie, se trata de cultivar el sentimiento de pertenencia, autocentrados en Canarias. Se debe huir del señalamiento de culpables y apostar por soluciones positivistas. El empoderamiento canario debe hacerse visible en todos los ámbitos sociales. Solo así conseguiremos superar siglos de sumisión y “acomplejamiento ultraperiférico”.
A los problemas se les combate mejor de uno en uno, aunque a veces es inevitable el solapamiento de varios planos. El tema de Amazón y otras plataformas internacionales no deberían ser ni siquiera objeto de mención. En realidad nos hacen un favor. Esas plataformas no dejan ni un euro en Canarias. Apostemos pues por el impulso de las empresas locales. Trabajemos por minorar en lo posible nuestra dependencia del exterior. Y si hay que confiar en alguna “plataforma” que sea canaria, con personal canario y con beneficios económicos y fiscales que repercutan en Canarias.
El discurso independentista a veces da miedo; unas por la radicalidad del propio mensaje, muy alejado de la realidad diaria de un pueblo tremendamente adoctrinado, y otras porque en ocasiones se camuflan “elementos” con intereses espurios, muy alejados de Canarias. Se hace imprescindible mucho trabajo de divulgación -casi docente- sobre los problemas reales de los canarios y soluciones al margen de España. No hace falta tirar de la bandera de las siete estrellas en cada reivindicación. Tampoco hay que concentrar todo el esfuerzo en campañas electorales. Los esfuerzos han de ser ininterrumpidos. El papel de los medios de comunicación -actuales o por crear- es vital para hacer llegar el mensaje de que no debemos añorar “las sobras” de una España displicente.
Siempre digo que hay que bajar a la arena, arremangarse y bregar la solución a nuestros problemas. Sólo así crearemos conciencia de pueblo, la gran asignatura pendiente.