A mediados del año 1999, llegó a la isla de Fuerteventura un grupo
de guardias civiles con la importante misión de poner en marcha el
Servicio Marítimo Provincial de la Guardia Civil, una Unidad de
nueva creación en Canarias. El fenómeno migratorio iba en constante
aumento por aquel entonces, por lo que se les encomendó la delicada
misión de conformar, poner operativa y sacar el máximo partido a
una unidad marítima de nueva creación. Así que, con más voluntad
que medios humanos y materiales, se les encomendó a la ardua tarea
de hacer frente a la avalancha migratoria de pateras que llegaban a
las costas de Fuerteventura y Lanzarote. Las primeras semanas fueron
muy agónicas, con pocos efectivos, sin patrulleras, con unas
modestas oficinas cedidas por el Ayuntamiento de La Oliva en la
localidad de Corralejo, sin apenas mobiliario ni equipos
informáticos. Hubo que improvisar patrullas terrestres con vehículos
prestados de otras unidades territoriales del Cuerpo, así como
embarcar al personal en helicóptero del Cuerpo y pesqueros que
amablemente se prestaron a colaborar cuando se recibía el aviso de
la llegada de alguna patera. Tampoco había radares en tierra que
avisaran con la antelación suficiente la llegada de dichas
embarcaciones. El panorama no podía ser más desolador. Sin embargo,
con mucho trabajo y voluntad se fueron minorando -que no supliendo-
las carencias materiales, de personal y operativas.
Posteriormente
llegó la primera Patrullera, cedida por el Servicio Marítimo
Provincial de Murcia, con bastante antigüedad, horas de motor y
problemas técnicos, era de las primeras que se pusieron en servicio
en territorio peninsular. Así que coordinando voluntades y mucho
trabajo de mecánicos, marineros, patrones, así como del personal de
oficina, se fue encajando el complicado puzle operativo a marchas
forzadas.
Fueron
varios los oficiales comisionados que se fueron sucediendo durante
meses en el mando, mientras se iba configurando la Unidad. A
comienzos del año 2000, el joven Teniente D. Jorge Fajardo Velasco
(27 años) fue destinado al mando de la citada Unidad, todo ello en
medio de la avalancha migratoria que no paraba, exigencias de
resultados por parte de la superioridad, críticas de los medios de
comunicación y la propia población de las islas afectadas
-Fuerteventura y Lanzarote- que permanecía atónita ante el masivo
fenómeno migratorio.
En
el Puerto Corralejo los mecánicos trabajaban a marchas forzadas por
poner en óptimas condiciones de navegabilidad aquella desvencijada
patrullera, mientras en la oficina el veterano Brigada Romero hacía
encaje de bolillos, en base a su dilatada experiencia, tanto con el
nombramiento de los servicios, petición de material y equipos,
contacto con los organismos competentes, etc., necesarios todos para
poner en marcha la Unidad. Tanto el Oficial como el Suboficial se
dividían la multitud de gestiones y trámites a realizar, así como
la coordinación del personal de oficina y operativo. Cada día se
enfrentaban a nuevos desafíos operativos, organizativos o de
material.
Por
fin, cuando se pudo poner en navegación a la vieja patrullera, hubo
que pelear con otra selva de nuevos problemas como los puntos de
repostaje, revisiones, averías, así como lugares de adquisición
del material diario de mantenimiento. También la dotación y puesta
en servicio del imprescindible pañol mecánico. Posteriormente, en
noviembre del mismo año, llegaron dos Patrulleras de nueva
adquisición, con lo que también aumentaron las exigencias de
resultados y las necesidades logísticas.
El
trabajo en aquella época no daba tregua. Las desgracias y primeros
ahogamientos de inmigrantes no tardaron en llegar, por vuelco de
pateras próximas a la costa o en el momento del rescate, lo que no
hizo sino aumentar la tensión de las tripulaciones, de los medios de
comunicación y la de los propios mandos del Cuerpo a todos los
niveles que, como es lógico, querían tener puntual información de
todas las incidencias de los hechos acaecidos, así como del trabajo
diario. Las investigaciones, tanto interna como judiciales, ante la
posible exigencia de responsabilidad también estuvo presente. Se
trataba de vidas humanas y todos los miembros de la Unidad eran
plenamente conscientes de la responsabilidad.
En
resumen, podemos decir que, poner en marcha una Unidad Operativa
Marítima de nueva creación, con tremendas exigencias humanas y de
servicio, con las carencias antes detalladas no está al alcance de
todos. Toda una enorme responsabilidad que se sustentaba sobre las
espaldas de aquel joven Oficial. Esa fue sin duda una prueba de fuego
a la que no todos los mandos del Cuerpo se han visto sometidos en los
inicios de su carrera profesional. Solamente los que formaron parte
de aquella Unidad embrionaria de lo que es hoy el Servicio Marítimo
Provincial de Las Palmas, conocieron del duro trabajo espartano que
significó aquellos primeros años de andadura marítima en Canarias.
Y
como lo que no se cuenta no se sabe, a veces hay que echar la vista
atrás y recordar sólo algunas pinceladas de lo que significó la
puesta en servicio de aquella brillante Unidad que salvó miles de
vidas humanas. Las frágiles pateras de madera que llegaban a las
islas de Fuerteventura y Lanzarote lo hacían al borde de la
navegabilidad, próximas al hundimiento. Los inmigrantes, que a buen
seguro iniciaban su arriesgado viaje con la esperanza de alcanzar un
mundo mejor para ellos y los suyos, terminaban deseando el rescate de
una de nuestras patrulleras como única esperanza de salvar sus
vidas. Hay que recordar que en aquella época, al contrario de lo que
sucede hoy en día, sólo estaban implicadas en el rescate de
inmigrantes las citadas patrulleras de la Guardia Civil, puesto que
sería años después cuando las embarcaciones de Salvamento
Marítimo, pertenecientes a la Dirección General de Marina Mercante,
se incorporaron a estas tareas de rescate.
Aquel
joven Teniente de entonces es -a día de hoy- Teniente Coronel en la
Comandancia de la Guardia Civil de Huelva. Un
hombre que compaginó
su demostrada capacidad de trabajo y
valentía con
una humildad
y
sencillez
exquisita, a pesar de la responsabilidad y las duras vicisitudes que
le
tocó vivir durante
aquellos años en tierras majoreras.
Vaya
desde aquí mi humilde homenaje para este malagueño de nacimiento y
majorero adopción.