viernes, 9 de noviembre de 2012

EL MULTICINES MONOPOL, A PUNTO DE ECHAR EL CIERRE

Cada mañana, de paso para la tele, hacía una deseada escala en la casa de mi madre. En la cocina, sentaditos en una pequeña mesa de mármol adecuada, a partir de una antigua máquina de coser Singer, saboreábamos un aromático café de Agaete. En ese encuentro mañanero, charlábamos de todo. Mi madre, era una mujer leída y actual, que devoraba todo cuanto le caía en sus manos. También, una mujer valiente, que pasó sus penurias para sacar a sus siete hijos adelante… 

Viuda temprana, con el paso de los años, vivió esos momentos lógicos en que sus hijos, a cuenta gota, abandonaban la casa terrera que los vio nacer, para fundar sus respectivos hogares... Sin embargo, todos vivíamos muy cerquita y la pequeña mesita de la cocina era como las camas de un submarino: unos, llegaban, se sentaban y otros salían a sus trabajos… Aquella mesa, de veteado mármol, era como el confesionario de todos los hermanos… Allí, se contaban todas las penas y alegrías de la familia… 


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