jueves, 28 de septiembre de 2017

¡Que se sienten coño! Por Paco Vega.

Perdonen por la exclamación golpista, pero no se me ocurre otra forma de expresar la indignación, el deseo y la necesidad de invocar a la sensatez de las partes implicadas en el conflicto de Cataluña para que se sienten a dialogar y lleguen a un acuerdo.

Recuerdo la terrible época en la que la banda terrorista ETA mataba casi a diario. La última fue en el año 2010, sólo siete años han transcurrido, aunque ya parece una eternidad, afortunadamente, aunque las víctimas lo tendrán con seguridad mucho más presente. Recuerdo que entonces millones de voces pedía a Eta que dejase de matar y que reclamase sus reivindicaciones por vías pacíficas y democráticas(políticos de todo signo incluidos). Pues bien, ahora que ETA ya no mata y que afortunadamente todas las reivindicaciones políticas se realizan al margen de la violencia, nos encontramos con la reivindicación de Cataluña en demanda de un referéndum de autodeterminación, como ya se hizo en su día en Escocia (Reino Unido) y Quevec (Canadá). En los casos anteriormente citados salió el NO, pero en cualquier caso fue una jornada de reivindicación pacífica y democrática. En la catalana, en el momento de realizar la solicitud estaba claro que iban a perder los independentistas -según las encuestas-, es decir, que de haberlo realizado saldría el NO, porque había una gran mayoría de catalanes que no estaba dispuesta a correr “el riesgo”. Sin embargo el Gobierno del PP se enroca en la Constitución y en su cumplimiento (teoría ampliamente desmontada por ilustres catedráticos de derecho constitucional), lo que ha provocado a su vez otro enrocamiento del Gobierno Catalán y todo el sector independentista. Ante la reiterada negativa del Gobierno de la Nación a acceder al referéndum pactado, y sin otra alternativa que ofrecer, el Gobierno Catalán ha decidido “tirarse al monte” intentando tensar la cuerda al convocar de forma unilateral el referéndum para conseguir forzar la situación y finalmente el referéndum. El Gobierno de Rajoy, lejos de buscar las vías políticas para dar solución a un conflicto eminentemente político, optó por recurrir al tribunal constitucional para doblegar mediante Sentencias Judiciales las acciones políticas del Gobierno catalán, lo que finalmente consiguió. El tribunal Constitucional anuló ese referéndum, y a partir de aquí la catarata de sucesos y actuaciones por parte del Gobierno, los jueces y la fiscalía no han dejado de sucederse y complicar aún más el asunto político.


A nadie se le esconde que en España la separación de poderes es una entelequia, motivada precisamente por el nombramiento partidista de los jueces que deben componer la cúpula judicial del país y por lo tanto la máxima autoridad en la materia. Pues bien, el Gobierno ha decidido judicializar el conflicto político, a sabiendas que ahí lleva las de ganar, utilizando para ello, con una contundencia inusitada a la fiscalía, dependiente directamente del Gobierno de la Nación (cuyo Fiscal Jefe fue reprobado meses atrás por el Parlamento por obstaculizar la corrupción del PP). Por tal motivo se han llamado a declarar a cientos de Alcaldes y altos cargos del Gobierno Catalán, acusados de los más variopintos delitos. Mientras tanto miles de policías y guardias civiles desembarcan en Cataluña con la “peligrosa misión” de buscar urnas, papeletas y pasquines propagandísticos relacionados con el referéndum fallido. Todo ello en medio un alto nivel de alerta terrorista, declarada por el propio Estado (nivel 4), en un lugar en el que hace apenas un mes se cometió la última masacre por el terrorismo yihadista. ¿Cómo es posible que un gobierno serio dedique a miles de policías a buscar papeletas de votación a escasas semanas de un atentado de esa envergadura?

Pues con esos dudosos mimbres democráticos las posiciones se han ido enconando. Los hasta ahora pacíficos ciudadanos catalanes han comenzado a perder los papeles ante la demostración de “músculo gubernamental” mostrada por el Sr. Rajoy con miles de policías trasladados estos días a Cataluña, destrozando hace unos días varios vehículos de la Guardia Civil, sospechosamente abandonados al albedrío de los más radicales. Algo inaudito para unas fuerzas del orden acostumbradas a intervenir en situaciones violentas y de riesgo que no suele dejar su retaguardia ni vehículos desprevenidos. Los medios se han encargado de mostrar hasta el aburrimiento esas imágenes de los coches destrozados y llenos de pegatinas reivindicativas.

La prensa, los informativos de televisión y de radio no ayudan precisamente a calmar los ánimos, tomando partido descarado por el gobierno de la nación y justificando el incendio permanente en el que parece interesa mantener a Cataluña. “Mercenarios” del periodismo salen en todos los medios y todos los días desinformando, mintiendo y calentando los debates y las redes sociales. Desde la Ley Mordaza nunca antes se había visto un deterioro democrático y de la verdad de tal envergadura.
En las redes sociales se ha abierto otro campo de batalla, en el que la mayoría con ingenuidad y azuzados por los mercenarios antes citados crecen en una guerra ficticia entre Cataluña y España. Todos ellos, con la misma ingenuidad piensan que todo ello comenzó antes de ayer, pero no. Lógicamente a cada exabrupto de una parte corresponde otro más violento de la otra y así se va logrando el caldo de cultivo que parece alguien maquiavélicamente haya planeado, quizás con la maligna intención de desviar la atención de los graves problemas del país. Es evidente que tanto al partido corrupto que sustenta al gobierno del PP como al partido corrupto que sustenta a parte del Gobierno Catalán, le interesa esta algarabía y violencia provocada, cada vez menos verbal y más física si alguien con dos dedos de frente dentro del Gobierno de la nación no pone de forma inmediata pie en pared.

Ya nadie habla catalán en la intimidad. Ya nadie llama “honorable” al Jefe de filas catalán. Ya nadie se sienta a formar la cuadratura del círculo con tal de obtener los votos catalanes para la investidura y el gobierno de turno. El partido Ciudadanos, y en menor medida vascos y canarios, han venido a ocupar el puesto de “jorcón platanero” que mantenga el torcido gobierno de este país. Ya a nadie interesa dialogar para permitir que la democracia se ejerza sin sobresaltos.

¿Y ahora? ¿Quién quita presión a esta olla? ¿Quién debe poner un gramo más de cordura en esta estúpida carrera hacia ninguna parte? ¿O seguimos abriendo el gas hasta que reviente como en el 36? Algunos azuzan con la estúpida creencia de estar en el bando correcto, con la estúpida creencia de que los “daños colaterales”, los odios, celos y vendettas pendientes no les alcancen. Ni a ellos ni a sus hijos. Confían ingenuamente que si España se convierte en una carnicería ellos y los suyos estarán al margen. Piensan estúpidamente que estar lejos geográficamente es sinónimo de alguna garantía si las pasiones se desatan. ¿Quién embrida este caballo si se desboca?

Como dije anteriormente esto no empezó ayer. Todo empezó cuando se pasó la “apisonadora Constitucional” sobre el Estatuto Catalán. Estatuto que había sido refrendado democráticamente por el Parlamento Catalán y posteriormente por el Parlamento Español. Un recurso presentado por el PP -entonces en la oposición- fue el detonante y finalmente el precursor de un independentismo hasta entonces testimonial. A partir de ahí se le han ido cerrando todas las puertas y reivindicaciones democráticas y legítimas catalanas. Cada hachazo a las aspiraciones catalanas significó un incremento del número de catalanes que deseaban formar parte de un estado independiente. A más odio a lo catalán más independentistas, a más ataque a las instituciones o al idioma catalán más catalanes deseosos de romper con España. Y así hasta hoy.

Los dos frentes aquí citados tienen responsabilidad en lo que suceda de aquí en adelante, pero no puedo evitar recargar la responsabilidad en quien tiene obligación de velar por la estabilidad del Estado, que es quien tiene la obligación de solucionar conflictos mediante la política, no mediante la policía o los jueces y fiscales. Quien tiene la obligación de sosegar y pacificar, no de increpar y provocar.

¿Alguien en su sano juicio cree que esto se va a solucionar con más policía, con más fiscales, con más judicialización de la política? ¿Alguien en su sano juicio cree que podemos “aplastar” a los catalanes sin que haya consecuencias? ¿A nadie de los que se supone debe pensar en la cosa del Estado se le ha ocurrido pensar que hace apenas siete años que se dejó de matar en este país por política, y que alguna mente obtusa puede volver por sus fueros a la vista de la falta de “cintura política” de este Gobierno?

Por eso y no por otra cosa es el título tan sonoro del presente artículo: QUÉ SE SIENTEN COÑO! Siéntense y hablen, cedan, negocien, HAGAN POLÍTICA, que para eso les pagamos. Háganos el favor de hacer política por el bien de este país.

No puede ser que sean tan ineptos como parecen.

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