Ustedes
ya conocen la historia, pero les voy a hacer un recordatorio a vuela
pluma. Según tomaron posesión, y tras una reunión entre el
Gobierno de Canarias y el Gobierno español, primero el consejero de
Industria canario, Pedro Ortega, y a continuación el presidente
Fernando Clavijo y, como no, el ministro español José Manuel Soria,
se lanzaron, en un ejercicio de gimnasia sincronizada, a defender las
bonanzas del gas para Canarias. Y para Gran Canaria, por supuesto,
donde el gas se tendría que imponer sí o sí. Y detrás, por
supuesto, los palmeros de siempre. Y los argumentos radicalmente
falsos o parcialmente falsos de que si es bueno para la industria y
para el turismo, que si es más barato, que si es menos contaminante,
que se trata de ampliar el mix energético y que su implantación es
transitoria… La misma historia de siempre que se repite
cíclicamente legislatura tras legislatura.
La
respuesta del Cabildo grancanario no se hizo esperar. De inmediato
expresé la necesidad de que se respetase la autonomía de la Isla
para afrontar su futuro energético y, días más tarde, el pleno de
la institución insular aprobó con rotundidad apostar por nuestra
soberanía energética basada en las renovables y el rechazo a un
modelo caduco sostenido en los combustibles fósiles. A pesar de que,
en un encuentro posterior en el Cabildo, el presidente Clavijo
mostrara su compromiso de respetar la decisión grancanaria, ninguna
de las partes que defienden el gas (el último en hacerlo fue José
Manuel Soria en una entrevista periodística) han desaprovechado la
ocasión para insistir en que vamos a perder una inversión de 300
millones, en que tendremos que traer el gas desde Tenerife, en que
perderemos competitividad… Y detrás, por supuesto, los palmeros de
siempre…