El
hundimiento del barco ruso Oleg
Naydenov el pasado martes 14 de abril a 15 millas al Sur de Punta
Maspalomas (con 120 metros de eslora y 1.400 toneladas de fuel), ha
sido el penúltimo episodio de un cúmulo de desatinos por parte de
los responsables de velar por la seguridad marítima. Un Gobierno que
sin embargo si ha sabido hacer valer sus competencias en materia de
aguas territoriales cuando le convino (para autorizar unas
prospecciones en Canarias), pero que parece mirar para otro lado
cuando de la seguridad marítima se trata.
Probablemente
las autoridades deberían ser más estrictas en el cumplimiento de la
legislación marítima en cuanto a las condiciones de seguridad de
los buques que surcan y tocan puertos Canarios, algunos de los cuales
están más cerca de la chatarra que de las condiciones óptimas para
la navegabilidad. Es evidente que no hemos aprendido nada del
accidente del Prestige.
Por
otra parte, las decisiones tomadas inicialmente por el responsable
local -o dirigidas desde Madrid- ordenando la salida del barco de
puerto y “dándole un paseo” hasta Fuerteventura, para luego
regresar al sur de Gran Canaria, parecen tomadas en el camarote de
los Hermanos Marx, puesto que no la puedo imaginar como una decisión
encaminada a la mejor extinción del incendio ni a contener un
posible vertido, muchísimo más factible de controlar en una zona
acotada y segura del recinto portuario, mucho más accesible a medios
humanos y materiales que en el mar abierto. Da la impresión -por el
paseo- que lo que se buscaba desde un primer momento era alejar de la
vista lo que pudiera pasar con dichoso barco, como si la catástrofe
ambiental que se avecinaba se pudiese ocultar mar adentro. Algún
iluminado debió pensar que las 1.400 toneladas de fuel podrían
permanecer en el interior de los tanques a 2.500 metros de
profundidad y soportando una presión de 250 atmósferas. Majaderías
de un desatino.
Ahora
viene la Ministra, así como sus inoperantes y escasos medios
anti-contaminación en mar abierto ante un vertido de esta
envergadura con un costoso robot submarino que pagaremos los
ciudadanos a escote para ver lo que pasa a 2.500 metros de
profundidad. Yo se lo digo sin robot ni nada Sra. Ministra; que un
incendio -siempre es difícil de controlar-, lo es mucho más mar
adentro; que un derrame o todo lo que pueda acontecer con un buque
cargado con 1.400 toneladas de fuel, siendo complicado, es mucho más
fácil en puerto que mar adentro; y que a 250 atmósferas de presión
que deben soportar a esa profundidad no hay tanque de combustible que
lo resista. Lo que en principio se pudo y debió controlar en puerto,
se saca a alta mar y ahora “le echamos un galgo” al descontrol de
la contaminación y la catástrofe ecológica servida. La
biodiversidad marina, el sector pesquero y el turístico se tornan en
serio peligro por la majadería y el desatino de unos políticos que
siguen tratando a Canarias como una colonia (por sus obras les
conoceréis...); primero la estupidez de autorizar prospecciones en
un territorio ultrasensible por su biodiversidad, así como su
especial situación geográfica, económicas y sociales, en las que
decían tener medios modernos para controlar un posible vertido -a la
vista está la prueba- y que ahora podemos comprobar los límites de
la necedad humana por la inacción en la prevención de los riesgos
medioambientales.
Es
evidente que el puerto de Las Palmas (uno de los primeros de España
por volumen de mercancías) no tiene medios para contener un
accidente de estas características o, en el peor de los casos, no se
han sabido gestionar adecuadamente, de lo contrario no estaríamos
hablando ahora de una catástrofe medioambiental de imprevisibles
consecuencias.
“La
suerte” ha querido que el tiempo no haya virado al Sur, porque
entonces estaríamos
hablando además de un caos total en el sector
turístico y el desabastecimiento de agua potable para la población
por la inoperancia de las potabilizadoras de agua de mar (60% en Gran
Canaria y 100% en Lanzarote y Fuerteventura). Pero el tiempo puede
cambiar y el desastre para los canarios está servido y no sabemos
por cuanto tiempo. Ahora la amenaza se dirige peligrosamente -por el
viento y las corrientes predominantes- a las costas de nuestros
vecinos caboverdianos.
Si
no estamos preparados para controlar un accidente marítimo en aguas
portuarias, con una nefasta gestión del mismo, qué podemos esperar
de un accidente marítimo en alta mar cuando regrese Repsol a por su
“botín” y vuelva a intentar extraer el petróleo hallado en
aguas canarias a la finalización de este “tiempo muerto” de año
electoral. Esperemos que esto abra las mentes de algunos
PPartidarios del PPetróleo en aguas canarias y sean conscientes del
riesgo innecesario al que estamos sometidos. También para el señor
Bravo de Laguna y su Grupo, ahora encabezando otros partidos de corte
insularista y en la fogalera del pleito insular. Alguien tendría que
recordar que este buen señor fue el único presidente Cabildicio que
no mostró su rechazo a las aventuras petroleras de Soria; el
mismo que ahora “lamenta” el accidente ocurrido.
Los
desatinos con esta tierra canaria no tienen límites.
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