Cualquier
mujer te dirá que nunca consentirían que un hombre les pusiera la
mano encima, y si lo hicieran sería la última vez porque le
dejarían de forma inmediata, al margen de la denuncia
correspondiente. Sin embargo, los que hemos podido vivir de cerca el
drama del maltrato sabemos que no es tan fácil discernir para una
víctima de malos tratos. Una mujer enamorada, en ocasiones con
hijos, atrapada en las garras de la madeja psicológica que el tirano
va enredando en torno a ella a lo largo del tiempo no lo tiene tan
fácil. Ahí está la clave del asunto, en la madeja del maltrato, de
la humillación, del descrédito. A partir de ahí es muy difícil
salir de ese círculo vicioso de agresión, arrepentimiento y perdón,
y vuelta a empezar una y mil veces. La mujer con la autoestima bajo
mínimos y psicológicamente hundida entra en un túnel de confusión
sentimental del que es muy difícil salir sin ayuda externa.
En su entorno familiar,
amigas y conocidos, que en los primeros conatos y agresiones acuden
en su ayuda, posteriormente se vuelven reacios ante las sucesivas
reconciliaciones de pareja que suelen encadenar este tipo de víctimas
abrumadas y sometidas por la situación, por lo que finalmente acaban
alejándose o desentendiéndose del problema. "La culpa es de
ella que vuelve con él" "Ya no puedo ayudarle más"
"Creo que es masoquista" son las frases más comunes que
suelen escucharse en el entorno de la víctima. La vorágine de
terror, enamoramiento, dependencia psicológica y confusión previo a
todo maltrato físico es la responsable de que una mujer sometida por
su pareja se muestre indefensa, incapaz de salir de ese círculo
vicioso ni para pedir ayuda.
Nadie
entiende el comportamiento de una víctima ya que se encuentra
atrapada bajo el sometimiento de su verdugo, sin apenas voluntad
propia. Su vida se convierte en una vorágine de violencia, culpa,
dependencia, demostraciones de amor, control y así sucesivamente. La
falta de voluntad, la desorientación y el sometimiento al tirano,
muchas veces en contra del consejo de la propia familia, representan
los síntomas más evidentes del maltrato psicológico, sin duda el
más difícil de sanar y del que más tarde se recuperan.
Por otra parte, ningún
hombre decide de la noche a la mañana golpear a la "mujer de su
vida" sin que previamente ocurran una serie de sometimientos y
humillaciones que van minando su capacidad de reacción, a veces son
indetectables o difícilmente identificables. Algunos de ellos en sus
comienzos pueden ser las bromas hirientes, las mentiras o engaños;
el ignorar, controlar o ridiculizar a la pareja y los celos, que
van agravándose con el paso del tiempo. Pistas claras que debería
encender las alarmas de toda mujer. En una fase simultánea o
inmediatamente posterior también suelen presentarse brotes de
violencia contra las cosas u objetos personales. Estas evidencias no
suelen darse de forma continuada sino que se van alternando en el
tiempo con muestras de afecto y cariño, lo que va conformando un
efecto de tolerancia sobre los síntomas más característicos antes
descritos. Sobra decir que las situaciones de dependencia económica
hacia el maltratador dificultan aún más la toma de decisiones por
parte de la mujer.
Complejos de inferioridad y
frustraciones diversas suenen vincular los psicólogos a este tipo de
trastornos posesivos de la personalidad y que en muchas ocasiones
acaban con la vida de la persona que alguna vez amaron o creyeron
amar pero que finalmente, con su violencia, acaban perturbando,
sometiendo y destruyendo.
Para neutralizar a estos
agresores es fundamental contar con "un ejército" de
profesionales altamente formados y sensibilizados, no basta con que
sean mujeres las intervinientes en la cadena de custodia de la
víctima. Las mujeres no están mejor preparadas para afrontar estos
casos por el simple hecho de serlo. Estoy hablando de asistentes
sociales, psicólogos, policías, abogados, jueces, etc., a quienes
debe exigírseles una alta formación y especialización. No todos
los policías tienen la sensibilidad necesaria, convirtiéndose a
veces en el primer obstáculo para la víctima. No todos los abogados
están preparados para atender convenientemente a las víctimas de
estos delitos. Los juzgados especiales para violencia de género
deberían ser una realidad incuestionable por la vulnerabilidad de
estas mujeres, que en muchos casos acaban regresando junto al
maltratador por falta de una respuesta pública adecuada.
No debemos olvidar que esta
lacra cuesta cientos de vida cada año, que algo no se está haciendo
bien a pesar de las leyes en vigor. Las leyes no sirven de nada si
los encargados de hacer velar por ellas no están suficientemente
concienciados de lo delicado de este tipo de delitos o no existen las
herramientas adecuadas para llevarlas a cabo. Cada año mueren o
sufren muchas mujeres por culpa de esta lacra social aún por atajar.
Para entender la magestuosidad del problema basta pensar que el
agresor no es un extraño, que suele ser el amor de su vida, con toda
la carga emocional que esto implica, en ocasiones con hijos pequeños
en común.
Finalmente apuntar que, no
toda mujer maltratada presenta heridas y moratones, que el maltrato
psicológico es el más grave e indetectable y que tarda mucho más
tiempo en curar.
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