Repartir los recursos del Impuesto general sobre el Tráfico de Empresas (IGTE) aplicando la triple paridad es la última ocurrencia de un presidente, el canario, que aúna en un solo espíritu el insularismo más rancio y la entrega menos disimulada a los poderes económicos de las Islas, encantados con un jefe del Ejecutivo menos díscolo que el anterior y más propenso al abrazo con el PP.
La famosa triple paridad es cada vez más cuestionada como forma de establecer la representación política en nuestra Comunidad. Hace que el 80% de la población (la que reside en Gran Canaria y Tenerife) tenga los mismos escaños que el 20% restante (los ciudadanos y ciudadanas de las Islas no capitalinas), primando exageradamente a los territorios y castigando severamente a las personas.
A ello se le suma una ley electoral con barreras únicas en el mundo (6% archipielágico o 30% insular) que posibilita la paradoja de que ASG, con 5.000 votos, tenga tres diputados y Ciudadanos, con 54.000, no lograra escaño alguno.
Disparate
Si ya es rechazable ese modelo de democracia adulterada en la que es enorme la desproporción en el valor del voto en función del territorio, convertir la triple paridad en el sistema para repartir fondos económicos, en este caso los del IGTE, resulta un disparate de enormes proporciones, uno de los mayores de la historia democrática de las islas y, encima, defendido por el que debiera ejercer como presidente de todos los canarios.