martes, 13 de octubre de 2015

DÍA DE TRICORNIOS, por Paco Vega

Hoy 12 de octubre se celebra la festividad de la Virgen del Pilar, Patrona de la Guardia Civil, cuerpo policial al que pertenecí durante 22 años.

En este día tan especial para los miembros del cuerpo y sus familias quiero hacer una diferenciación entre “la institución” y los guardias civiles que pertenecen a este cuerpo policial. Los guardias civiles son esos profesionales que velan por la seguridad, los derechos y libertades de los ciudadanos, poniendo incluso en riesgo su propia vida.

En días como el de ayer en el que otro desprendimiento en la maltratada carretera de La Aldea (al Este de Gran Canaria) estuvo a punto de segar varias vidas, no puedo evitar recordar el accidente que acabó con la vida de un guardia civil de tráfico en otro desprendimiento similar ocurrido el año 2010. Una vida segada, como la de otros tantos agentes que la han perdido en el desempeño de su cometido.

Me consta que son esos miles de profesionales los que cada día dan prestigio a la institución. También existen malos profesionales, como en todas partes, pero hoy no toca hablar de esos.

Días como el de hoy siempre me causaron sentimientos contradictorios. Por una parte es un día de celebración, de compañerismo y de cierto acercamiento a la sociedad civil. Es de los pocos días del año en que la Guardia Civil es noticia por si misma y no por su participación en hechos luctuosos o delictivos que es lo normal en su desempeño profesional cotidiano. Pero también me molesta tanto boato, alejado del desempeño profesional de los guardias y de la ciudadanía con actos demasiado recargados y militarizados, más propios de tiempos pretéritos. Actos que además incorporan la imposición de honores y distinciones que pocas veces recaen en los protagonistas reales de las acciones meritorias merecedoras de tales reconocimientos.


La Guardia Civil no es un ente abstracto, es una institución formada por más de 70.000 hombres y mujeres, profesionales al servicio de la Ley, aunque a veces ésta Ley se retuerza hasta límites insospechados por el legislador. Son estos hombres y mujeres preparados y capacitados los que meritan a la institución. A pesar de ello y bajo esa apariencia de modernidad que ofrece la profesionalidad y la buena voluntad de sus agentes, existe un organización oxidada, pretérita y anclada en el siglo pasado, un cuerpo militar rígido, cargado de valores antiguos poco democráticos y carente de una estructura democrática y modernas que demandan los tiempos actuales.

Ese espíritu militar lleva lastrando al Cuerpo desde la famosa transición democrática. Los cambios democráticos acontecidos en la sociedad española no han empapado plenamente a esta institución, que se resiste impermeable a una deseable desmilitarización y democrátización. Sólo los que carentes de valores democráticos entienden la represión como única forma de mantener el orden legal siguen apostando por una Guardia Civil militar anclada en el pasado.

Una incomprensible formación militar sigue lastrando demasiado el currículo docente en las academias de formación de la Guardia Civil. Una formación militar que sigue desplazando a otras enseñanzas policiales profesionales imprescindibles, de intervención, de defensa personal y de idiomas. En 22 años de servicio nunca desempeñé un solo cometido militar ni conozco a nadie que lo haya hecho, y eso que los destinos fueron muchos y variados. La formación de los oficiales es eminente militar, por lo que la instrucción policial queda relegada incomprensiblemente en el curriculo de quienes deben dirigir el Cuerpo.

El tricornio. Si hay una prenda en la uniformidad de un Guardia Civil que lo identifica como tal es el tricornio, pero no podemos olvidar que ya no estamos en el siglo XIX. Que si bien esta prenda de cabeza puede ser entrañable y vistosa en un acto protocolario como el de hoy, festividad de la Patrona, no se entiende que siga formando parte de la uniformidad para el servicio diario. Y es que ver en un edificio público o a la entrada de un acuartelamiento a un guardia civil del siglo XXI con una prenda del siglo XIX clama al cielo, si no fuera por la carga política que encierra este empecinamiento político de mantener esta prenda de cabeza para el servicio diario.

Una Guardia Civil moderna y desmilitarizada es lo que pide a gritos esta sociedad del siglo XXI. Una Guardia Civil democrática y centrada en perseguir los retos y figuras criminales emergentes que amenazan nuestra seguridad es lo que pide la ciudadanía. La Guardia Civil no puede convertirse en un viejo baúl apolillado, cargado de rancias tradiciones; debemos modernizarla para pasar a formar parte con orgullo de las mejores policías europeas.

En un segundo paso quedaría la deseable unificación con el Cuerpo Nacional de Policía, en aras de una necesaria economía de medios humanos y materiales, de evitar solapamiento y duplicidad de competencias que existen en la actualidad y que eviten conflictos que a nada conducen. Unificar los dos cuerpos estatales en una sola policía moderna y democrática, optimizando los recursos públicos es la asignatura pendiente de esta democracia. Espero que tras la formación del nuevo Gobierno de la nación, tras la celebración de los próximos comicios electorales, salga un compromiso serio de cambio y de reforma profunda de los cuerpos de seguridad del estado, especialmente de la Guardia Civil.

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