martes, 5 de noviembre de 2013

Dioses, vírgenes y deporte, por Enrique Bethencourt

Siempre me ha llamado mucho la atención el hecho de que los futbolistas u otros deportistas de elite se persignen al entrar en el terreno de juego o manifiesten otros signos religiosos al marcar un gol o completar una gesta deportiva.
Considero que no deberían olvidar que su mejor o peor rendimiento en las canchas es fruto de sus cualidades físicas y psicológicas, su calidad técnica, la adecuada alimentación, los duros entrenamientos, la buena dirección de sus entrenadores y otros factores muy poco o nada divinos. Y, asimismo, que las plurales deidades no debieran tener preferencias entre esta y otra escuadra deportiva, entre este y otros colores.

Claro que puede resultar una herejía afirmar esto en un país donde concejales, consejeros o ministros juran su cargo delante de una biblia y un crucifijo. Cuando su actividad pública no debe ni puede, en ningún caso, estar presidida por sus ideas religiosas o los dogmas de esta u otra creencia, sino por el respeto a las leyes y, sobre todo, por la defensa del interés general, del bienestar de los ciudadanos y las ciudadanas.
Procesiones
No soy creyente. Pero tengo en enorme estima a muchas personas religiosasque forman parte de lo mejor que me he encontrado en mi medio siglo de vida. Generosas y volcadas en los demás, especialmente en los que más sufren necesidades de todo tipo. En uno y otro lugar, entre los creyentes y entre los que no lo son, hay buenas gentes y destacados practicantes de todo tipo de maldades.
Considero fuera de lugar la presencia de la religión en las escuelas, circunstancia que no sólo se atenúa sino que se incrementa con la LOMCE; postura que comparten personas que se definen como religiosas, caso de Federico Mayor Zaragoza. O que ediles, alcaldes y presidentes encabecen procesiones y todo tipo de actos religiosos, a los que debieran asistir, si así lo desean, discretamente y como un ciudadano más. Parece que no hemos conseguido quitarnos de encima la lacra del nacionalcatolicismo.
balón
Vuelvo al deporte. En la mayoría de los estadios se acompaña con música clásica la celebración de un minuto de silencio ante el fallecimiento de alguien vinculado al club o como expresión de solidaridad con las víctimas de una tragedia. En el caso de la UD Las Palmas con los hermosos ‘Cantos canarios’ de Teobaldo Power. Pero he estado en algún recinto deportivo en el que por su megafonía imponían el Padrenuestro, lo que me pareció muy poco respetuoso.
Visita
Asimismo, me parece absurda la tradicional y anual visita de jugadores, directivos y cuerpo técnico a la Virgen del lugar, sea la del Pino, la Candelaria, los Remedios, la Merced o el Rosario, coincidiendo con el inicio de la temporada. Encomendándose a su protección para que alumbre los deportivos éxitos.
Sobre todo al dejar en muy mal lugar a algunas, caídas en absoluta desgracia deportiva, frente a otras que parecen gozar de mayor fortuna, mayormente las de Monserrat y La Almudena.
Yo si fuera, por ejemplo, la Pilarica, no estaría demasiado feliz con mi influencia terrenal-deportiva tras el descenso del Zaragoza al final de la pasada temporada futbolística. Ser Patrona, no sólo de Zaragoza y Aragón sino de España y de la Guardia Civil, para terminar siendo cómplice necesaria de semejante desastre deportivo. ¡Vaya por dios! Y por la Virgen, claro.
———-Puede seguirme también en Twitter: @EnriqueBeth

Royal Philharmonic Orchestra: ‘Champions League’

No hay comentarios:

Publicar un comentario