lunes, 11 de noviembre de 2013

ESTO ES EL RASTRO, SEÑORES Por Antonio Morales Méndez, Alcalde de Agüimes

Esto es el Rastro señores/ vengan y anímense/ que aquí estamos nosotros/ somos Papá Nöel./ Le vendemos barato/ con el precio en inglés/ somos todo lo honrados/ que usted quiera creer… A principios de los años setenta el cantautor Patxi Andión compuso esta popular canción como homenaje al peculiar mercado madrileño; con toda seguridad no intuía que, unas décadas después, algunos de sus versos podrían estar destinados a todo un país en liquidación.

Y es que España está en venta y a precio de saldo. En junio de este año el Consejo Empresarial para la Competitividad (CEC), que agrupa a una quincena de los principales bancos y empresas de España, daba cuenta -según el diario El Mundo- de una presentación, ante inversores de todo el planeta, de las bondades de la economía española. Sin ningún pudor, Sánchez Galán, presidente de Iberdrola y portavoz del Consejo, les espetó con entusiasmo: “España es un país muy barato, vengan antes de que sea demasiado tarde”. Aunque se necesitan más reformas en las pensiones, la educación y en lo laboral -afirmaba- estamos ante el mejor momento para comprar y “los momentos pasan”.


Apenas unos meses después, en septiembre, el ministro José Manuel Soria aplaudía el interés de los inversores extranjeros en “tomar participaciones en empresas industriales, de telecomunicaciones, inmobiliarias o del sector del turismo”. Era lo mismo que nos decía por las mismas fechas Morgan Stanley, un fondo de inversiones que estuvo al borde de la quiebra por sus operaciones de alto riesgo antes de la crisis. En un informe que, para mayor recochineo, tituló “Viva España” aseguraba que este país era ahora una gran oportunidad de negocio. En octubre era Emilio Botín el encargado de dinamizar las ventas: aunque hay que hacer más reformas -decía- “la confianza en España está aumentando de forma inimaginable en los últimos seis meses. Todo el mundo quiere invertir en España. Llega dinero para todos. Está llegando dinero a la Bolsa, a la deuda, a los bancos, para hacer inversiones…”.

Se dan cuenta de repente -qué casualidad- que están ante un país al que han empobrecido y endeudado hasta las tachas, y están acudiendo como moscas. En apenas unos meses empiezan a llegar, atraídos por panales de rica miel, numerosos especuladores que se están quedando con lo que encuentran a su paso. Así empiezan a recalar fondos buitres opacos e inversores de todo tipo en busca de gangas. Aparece Bill Gates, que olfatea que el ladrillo será de nuevo nuestro nicho de negocios, y se queda con un 6% del capital social de FCC (¡y dice el Gobierno que eso nos pone en el mapa mundial!); una sociedad norteamericana se adueña de una empresa de envases de Murcia; la NTT japonesa se hace con la consultora Averis; un fondo suizo adquiere el sector digital de Indra; otro estadounidense compra casi dos mil viviendas del ayuntamiento de Madrid; bancos como Bankia, Catalunya Banc o La Caixa se han desprendido y puesto en manos de fondos yanquis la mayoría de sus compañías inmobiliarias y lo mismo ha sucedido con otros bancos malos; Repsol acaba de cerrar la venta de un 30% de Gas Natural a los chinos de Sinopec; el fondo de riesgo Oaktree Capital se queda con Panrico; a Campofrío se la zampó también el capital chino… Desde enero hasta estos momentos y según un estudio de El País los inversores extranjeros han comprado activos españoles por valor de 14.000 millones de euros. Desde 2009 hasta ahora, la venta de pisos a latinoamericanos, británicos, franceses, rusos, belgas, alemanes, holandeses, egipcios y argelinos ha aumentado en un 29% y en algunas zonas se han hecho hasta con el 50% del patrimonio inmobiliario vendido. En Canarias una de cada cuatro viviendas es comprada por extranjeros, en su mayoría rusos y alemanes.

Lejos de amilanarse, el Gobierno de Mariano Rajoy abraza y alienta este despojo a la economía del país y estimula las operaciones en marcha a través del Instituto de Crédito Oficial (ICO) creando un fondo para canalizar en capital riesgo el afán por comprar barato en España; pone a la venta un 25% del patrimonio del Estado que se traduce en 15.000 inmuebles (palacios, locales, terrenos…) y se saca de la manga una medida por la que se otorga la residencia española a aquellos que adquieran una propiedad de más de 500.000 euros. Una perita en dulce para evasores, blanqueadores de dinero, etc.

Y no queda aquí la cosa. Ahorro Corporación acaba de hacer público un informe que recoge las demandas reiteradas de las organizaciones empresariales más poderosas, la banca, los políticos neoliberales y los medios de comunicación a su servicio, como ha sucedido en Grecia o Portugal: “Los políticos se han acomodado, una vez que los mercados se están recuperando. El recorte de la administración está aún por llegar”. Se trata de agilizar la concreción de ese 10% de medidas que acaba de decirnos la vicepresidenta del Gobierno que quedan por tomar y que consisten en vaciar y en privatizar lo poco que le queda al Estado. Por eso han anunciado la reactivación de un plan de privatizaciones que les permita recaudar 30.000 millones que nos gastaremos en pagar las deudas contraídas saneando a la banca. Y vuelta a empezar. Y están en ello. Y ya andan intentando colocar los aeropuertos, los ferrocarriles (Renfe, Adif y Feve), Aena, lo poco que le queda de Iberia, Correos, Red Eléctrica, Enagás, Loterías, Paradores, montes públicos, sanidad, educación… Y hasta estudian una propuesta de constructoras y concesionarias que han ofertado 14.000 millones por la privatización de la red de carreteras, a pesar de que Fomento está pensando rescatar las autopistas de peaje ya que, eso sí, cuando se producen pérdidas y son servicios esenciales, al Gobierno no le queda más remedio que recuperar el servicio y sus pérdidas, que en este caso superan los 4.500 millones de euros.

Y es que en privatizaciones tienen una experiencia enorme. A pesar de que Felipe González (aprobó una ley para la enajenación de empresas públicas) y Zapatero no le hicieron ascos al asunto, fue Aznar el que entre 1996 y 1998 dejó al país sin las telefonías, las eléctricas y la banca pública, entre otras, malvendiéndolas para hacerse con más de 4 billones de pesetas que ya se han esfumado. Se han esfumado, pero la mayoría de los que contribuyeron a hacerlo posible hoy se sientan con suculentas remuneraciones en los consejos de administración resultantes.

Estamos ante un expolio brutal del Estado, ante la perpetuación de la dependencia de los poderes económicos, la pérdida de la soberanía y el desmantelamiento de lo público sin que ninguna de estas operaciones de privatización o invasión de inversores foráneos suponga la incentivación de la economía y la creación de empleo. Vienen a “salvarnos” y nos dejan sin Estado y más pobres.

No hay comentarios:

Publicar un comentario