viernes, 8 de noviembre de 2013

CIS, crudo o cocinado, por Enrique Bethencourt

¿Datos precocinados o no? ¿Continuismo con lo que señalan la práctica totalidad de las encuestas? ¿Retracción del electorado de izquierda? El barómetro del CIS de octubre suscita comentarios y controversias. Me limito aquí a dos de sus aspectos: situación económica personal y, por supuesto, predicciones electorales.

Primero: el 0,7%
No es, en esta ocasión, ninguna referencia a ese porcentaje, el 0,7%, que desde hace décadas se plantea como la cantidad del Producto Interior Bruto (PIB) que debería dedicarse a ayuda para el desarrollo de los países empobrecidos.  No se cumple, por cierto,  en casi ningún país, salvo en algunos estados nórdicos. Y mientras retrocede la cooperación al desarrollo avanza el blindaje fronterizo, en el plano legal o con afiladas cuchillas en las vallas, que todo vale para la causa.
Me refiero a otros 0,7% presentes en la recién publicada encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), correspondiente a su barómetro de octubre, que tanta polémica ha causado por sus datos electorales que comentaré brevemente al final de este texto.
Por ejemplo, el 0,7% aparece cuando se pregunta a la gente por cuál es su situación económica personal actual, un indicador, dicen los expertos, mucho más fino, más preciso,  que las preguntas sobre el estado de la economía en general.  Esta situación personal es buena para un 20,3%, regular para la mayoría (49,4%), mala para un significativo 19,8% y muy mala para un no menos relevante 9,3%.  Pero hay otro 0,7% que, sin cortarse, califica su situación económica como muy buena.
Curiosamente, en el otro extremo de la realidad, es también un 0,7 el porcentaje de hogares que, según el CIS, carece por completo de ingresos; más de 120.000 hogares (si tenemos en cuenta que en España hay unas 17,3 millones de unidades familiares) que sobrevivirán, supongo, gracias a la ayuda familiar o a la desarrollada por distintas organizaciones no gubernamentales. En esa misma tabla aparece un 1,1% de familias que, milagrosamente, vive con menos de 300 euros al mes; o un 8,9% que salva los muebles con ingresos que oscilan entre los 301 y los 600 euros.
Segundo: datos electorales
El barómetro de octubre incluye siempre un estudio preelectoral. En esta ocasión, el mismo proyecta una recuperación del PP que sube 1,5 puntos respecto a julio (con una  estimación del 34% de intención de voto en unas posibles elecciones generales), difuminándose los efectos del caso Bárcenas, un ligero retroceso del PSOE (26,8%), que obtiene 0,4 puntos menos que en la anterior muestra, y queda a siete puntos de la formación conservadora.
IU apenas se mueve desde el verano: pasa del 11,5% al 11,3%. Mientras queUPYD pierde 1,1 puntos, al bajar del 8,8% al 7,7%.
La de la cadena SER, publicada este viernes 8 de noviembre, reitera la misma tendencia, aunque reduce la ventaja del PP a 4,4 puntos.
Es decir, resumiendo mucho, estas y otros sondeos apuntan a que la derecha refuerza su ventaja, el PSOE continúa en cuidados intensivos y no parece que el bipartidismo se derrumbe pese a su evidente erosión
Las encuestas no van a misa. Pero apuntan tendencias. Y todas, todas, salvo la de Sistemas (que coloca al PSOE primero destacado, sin candidato ni medidas que justifiquen ese repentino cambio profundo en el electorado), insisten, con mayores o menores diferencias, en que el PP sería hoy el más votado en unas generales.
Tengo la impresión de que más que discutir sobre el grado de cocina de sus datos en bruto, la izquierda debe reflexionar sobre su apagón energético ideológico-electoral, sobre su incapacidad de ilusionar a una parte significativa de la ciudadanía pese a la destrucción de elementos esenciales del Estado del Bienestar en este, por ahora, bienio negro conservador. Lo otro, creerse únicamente la encuesta que anuncia un vuelco espectacular o ciscar sobre las que son desfavorables, es un ejercicio autocomplaciente y completamente inútil.
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