En
esta ocasión no será la política la que ocupe mi tiempo y estas
palabras de reflexión que cada semana llevo hasta ustedes. Hoy voy a
ocuparme de un tema que a todos, de una u otra forma, en primera
persona o por allegados, acaba golpeándonos en la cara de la
realidad.
Sigo
escuchando expresiones críticas, incluso en personas relativamente
jóvenes, dirigidas a quienes deciden poner fin a una relación
sentimental. Poco aguante, paciencia y cierta ligereza en la toma de
decisiones, suelen ser algunos de los comentarios que se escuchan de
los que no han tenido que pasar por el traumático momento de la
separación.
Todos
hemos valorado alguna vez, en época de tormenta sentimental, la
hipotética decisión de un divorcio o ruptura de pareja. Todos en
algún momento hemos reflexionado sobre cómo sería nuestra vida sin
nuestra actual pareja. Nadie se escandaliza por ello, las
separaciones están a la orden del día y ya es habitual conocer a
personas que han tenido que superar varias rupturas sentimentales.
Existe
también la visión machista de estos acontecimientos, reprobando
conductas y comportamientos en la mujer que en el hombre son
perfectamente tolerados y comprendidos, incluso por las propias
mujeres. Es más tolerado que sea el hombre el que deje a la mujer, a
que sea ésta la que tire la toalla en la relación. Es asombroso que
esto suceda en el siglo XXI, pero sucede.