La percepción del riesgo.
Desde REPSOL y desde el Ministerio de Industria, Energía y Turismo del gobierno español se ha intentado potenciar la idea de que el riesgo medioambiental es prácticamente cero, que la tecnología está muy avanzada y que las prospecciones petrolíferas son seguras.
Antes de continuar quiero dejar muy claro que cualquier actividad petrolera, y más aún en alta mar, no está exenta de riegos medioambientales. Las sospechas de posibles tragedias es una realidad constatada en otros lugares.
Para hablar del riesgo en Canarias es inevitable hacer una distinción entre diferentes tipos de prospecciones petrolíferas en alta mar. Cuando la altura de la lámina de agua de mar, en la zona de exploración o explotación, es menor de 400 metros se habla de prospecciones en aguas poco profundas. Estas prospecciones son las que mayoritariamente se han realizado durante el siglo XX, por ejemplo en lugares como el Mar del Norte. La principal característica de estas prospecciones es que la plataforma se construía y se fijaba directamente al lecho marino con un menor riesgo de que se produzca un accidente en el que el yacimiento petrolífero produzca un escape directo al lecho marino. Aquí el principal problema medioambiental se centra en el trasiego de hidrocarburos a barcos petroleros, el propio tránsito de estos barcos y, sobre todo, en el momento del abandono de las plataformas petrolíferas. En estos casos, la propuesta de las compañías petrolíferas es la de hundirlas en alta mar para ahorrarse los costes de desmantelamiento en tierra.
Es en las últimas décadas cuando se han desarrollado las prospecciones en aguas profundas y ultraprofundas, que es el caso de los proyectos que se plantean frente a Lanzarote y Fuerteventura. El lecho marino en las zonas donde se ha dado permisos de investigación de hidrocarburos y, en su caso, donde se quieren otorgar concesiones de explotación de posibles yacimientos de petróleo y gas natural a REPSOL, puede alcanzar una profundidad de unos 1.500 metros de lámina de agua. A su vez la posible existencia de combustible fósiles podría estar entre 2.500 y 7.000 metros de profundidad.
Hasta hace unas décadas, la detección y recuperación de petróleo en aguas profundas era auténticamente impensable. Actualmente, los últimos avances técnicos están permitiendo a las compañías petroleras intentar ir cada vez más lejos en su búsqueda de activos petrolíferos a cualquier precio. Esta estrategia las sitúa en una posición de ventaja respecto a su competencia y respecto a sus accionistas, que ven como sus acciones suben ante los anuncios de descubrimientos de nuevas reservas o concesiones, por muy alejadas que estas estén y difíciles sean de extraer.
No obstante, los riesgos son enormes. La perforación de estos pozos petrolíferos en aguas profundas requiere de tecnología punta y grandes cantidades de capital. Las posibilidades de incidencias y accidentes, también son cada vez más altas. Ejemplos hay múltiples.
El que más repercusión mediática ha tenido es el hundimiento de la Deepwater Horizon, torre petrolífera, semi sumergible, de posicionamiento dinámico y de aguas ultra-profundas, hasta 2.400 metros de profundidad. Deepwater Horizon era propiedad de Transocean y había sido arrendada por BP hasta septiembre de 2013. En septiembre de 2009 perforó el pozo petrolero más profundo de la historia hasta el momento, el yacimiento Tiber con una profundidad vertical de 10.685 metros, de los cuales 1.259 m eran agua, menos que el caso de las prospecciones frente a Canarias. Deepwater Horizon se hundió el 22 de abril de 2010 como resultado de una explosión que había tenido lugar dos días antes, provocando el segundo derrame de petróleo más grande de la historia con unas perjuicios medioambientales, económicos y sociales gigantescos. Se estima que se vertieron al mar, directamente desde el yacimiento petrolífero, cerca de 5 millones de barriles de petróleo, lo que equivale a más de 100 veces lo vertido por el Prestige frente a las costas gallegas en 2002. De hecho los tres mayores vertidos de toda la historia no se han debido a accidentes en barcos petroleros sino a accidentes en plataformas petrolíferas en alta mar que, por diferentes razones, se ha perdido el control sobre el pozo provocando lo que se denomina un “blowout” o erupción incontrolada del yacimiento petrolífero en el propio lecho marino.
De hecho muchas de estas extracciones en aguas profundas están teniendo problemas e incidentes. Por ejemplo, el 31 de enero de 2012 se detectó un derrame de una plataforma de explotación marítima en aguas profundas frente a la costa de Brasil. El derrame, según la empresa estatal brasileña Petrobras, fue originado por la rotura de una columna de producción del buque-plataforma de producción y almacenamiento Dynamic Producer, que estaba realizando ensayos de extracción. El escape tuvo lugar 300 kilómetros mar adentro del territorio del estado de São Paulo, a una profundidad de 2.140 metros en el océano Atlántico.
Este nuevo reguero de petróleo en aguas brasileñas provocó que se siguiera ahondando aún más sobre los temores sobre la seguridad de esta nueva frontera de producción de hidrocarburos. Incluso el director de una consultora brasileña especializada en temas de energía, Centro Brasileño de Energía, declaró que el problema “no es si fue grave el derrame sino que dejó más claro para el gobierno y la sociedad brasileña algo que parece obvio, …, el petróleo se derrama y es una actividad de riesgo”. Según el director de esta consultora en la medida en que se “agujerea” más profundo en el mar, la probabilidad de fugas aumenta. Su conclusión fue que era necesario reducir la “brecha entre la tecnología de producción y la de prevención de accidentes”, esta última comparativamente “muy atrasada”.
Desde la organización Greenpeace en Brasil se temía que el incidente detectado fuera apenas una muestra de un futuro de “playas cubiertas de petróleo por no tener seguridad de explotación”. Greenpeace criticó que el gobierno brasileño invirtiera en una tecnología tan cara como la que requiere la extracción en aguas profundas, cuando el país “tiene la posibilidad de desarrollar un 100 por ciento de fuentes energéticas limpias” como la eólica, la solar y la biomasa.
Más cerca, en España, los únicos pozos petrolíferos que existen en alta mar, frente a Tarragona, tampoco están exentos de problemas. En estas costas se han constatado al menos 18 vertidos en 10 años, además de que dos fugas no notificadas de dos pozos en aguas profundas, Montazo D-5 y Lubina-1, sucedidas entre mayo y junio de 2009, llevaron a dos directivos de la empresa al Juzgado de Instrucción nº 3 de Tarragona por “graves negligencias en la previsión de riesgos”. A su vez, organizaciones de pescadores como la Cofradía de Pescadores de Tarragona, han denunciado en repetidas ocasiones que en lugar de eliminar el crudo, los barcos de Salvamento Marítimo lo que hacen es disolverlo con productos químicos para que desaparezca de la superficie.
Sólo REPSOL ha provocado 8.655 derrames reconocidos, desde el 2006 hasta el 2011, con un total de 8.890 toneladas de productos contaminantes vertidas al medioambiente. Según esto, REPSOL ocasiona una media de 4 derrames de petróleo al día con una media diaria de 4 toneladas de productos contaminantes vertidos.
Por tanto, no se puede argumentar tan alegremente que la actividad petrolera no es una actividad de riesgo. De hecho la propia Comisión Europea en un comunicado lanzado en octubre de 2011 indicaba que “La probabilidad de un grave accidente en plataformas en alta mar en aguas europeas sigue siendo inadmisiblemente alto”. Este comunicado hacía referencia a la intención de la Comisión de aprobar unas nuevas normas de seguridad para las operaciones de extracción de petróleo y gas en alta mar, más restrictivas.
Gilberto M. Martel Rodríguez
Ingeniero Técnico Industrial
Máster en Ingeniería y Gestión Medioambiental
Colectivo Turcón-Ecologistas en Acción
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