Por
Antonio Morales Méndez, Alcalde de Agüimes
Chiquito
verano. Los guardianes de la libertad espiándonos a todos y
preparando una nueva guerra, dicen que para garantizar la democracia,
aunque solo responda a sus intereses geoestratégicos; un golpe de
estado en Egipto contemplado con otra vara de medir; los ultras del
PP en su salsa, alimentando a su camada neonazi; sus jefes borrando
discos duros con las pruebas del caso Bárcenas y la financiación
ilegal del partido; los afectados por el accidente de Barajas
marginados un año más, clamando justicia en el desierto un año más
(y ya van cinco) desprotegidos por el Estado y mostrando el camino
que desgraciadamente van a seguir las víctimas de la catástrofe
ferroviaria de Santiago; los chanchullos de la UGT andaluza
exhibiéndonos lo peor del sindicalismo acomodado; los ERE del PSOE
de esa misma Comunidad; la maniobra de distracción de Gibraltar… Y
el fútbol de cada año. El glorioso fútbol nacional de la mejor
liga del mundo. El gran timo.
Durante
todo el ferragosto los medios de comunicación no dejaron un solo día
de hablarnos del probable fichaje por el Real Madrid de Gareth Bale,
una joven promesa del fútbol inglés que apenas ha jugado en
competiciones internacionales pero que, dicen, apunta buenas maneras.
Lo más notable de la noticia es que el club merengue estaba
dispuesto a pagar por el futbolista unos cien millones de euros, el
equivalente a dieciséis mil millones de pesetas. Con una puesta en
escena muy cuidada que iba destilando una incertidumbre calculada
hasta conseguir el objetivo, por fin esta semana Florentino Pérez
culminó la operación más cara de la historia del fútbol
internacional y presentó su trofeo ante miles y miles de aficionados
madridistas que no podían ocultar su emoción. La opulencia inmoral
del rico frente a los miserables (el resto de los clubes) jaleada por
una hinchada enfebrecida.
Para
el entrenador del Barcelona, Gerardo Martino, “los números de Bale
son una falta de respeto para el mundo”. Y no le falta razón. Y
probablemente sus números también lo sean. En un país con seis
millones de parados y más del doble de excluidos sociales (con la
cantidad de la ficha se podrían pagar casi doscientos mil salarios
mínimos) estas boutades de ricos sin pudor suenan como una terrible
bofetada a los que peor lo están pasando; resulta obscena esta
exhibición sin tapujos de una riqueza que choca frontalmente con
recortes continuos a la sanidad, a la educación, a los servicios
sociales, a la investigación, a las pensiones, a las prestaciones
por desempleo y a tantas cosas más. Y todavía nos siguen diciendo
que querer tener buenos colegios y centros hospitalarios es pretender
vivir por encima de nuestras posibilidades.
Y
no faltan los que alegan que se trata de dinero privado, que cada uno
hace con su dinero lo que quiere y que se trata de una inversión que
rentabilizará el club del Bernabéu. Y de ser así podrían tener
razón, aunque la operación no dejaría de tener una falta de pudor
y de ética considerables. Pero es que no es así. No señor. Esta
operación, y tantas otras, con sus comisiones y porcentajes
elevadísimos por medio, la terminaremos pagando todos. A través de
distintos procedimientos, con diferentes fórmulas, pero serán las
instituciones públicas y los ciudadanos los que terminemos haciendo
frente a una burbuja irresponsable que se empieza a desmoronar. Para
apuntar un dato nada más, el Real Madrid solo ha pagado de momento a
Bankia lo correspondiente a los intereses del crédito que
necesitaron para hacerse con Cristiano y con el devaluado Kaká (los
dos costaron 161 millones de euros, más de veinticuatro mil millones
de pesetas). Y como todos sabemos, Bankia está intervenida,
nacionalizada y saneada con los recursos públicos de todos los
españoles. Por cierto, ¿es este mismo banco el que ha financiado la
operación de Bale?¿O ha sido cualquier otro banco de los que
rechazan sistemáticamente operaciones de crédito a las pymes? Pero
hay más. Las recalificaciones de terrenos, avales, préstamos,
ayudas a fondos perdidos de instituciones, subvenciones indirectas de
las teles autonómicas, publicidades de las cajas de ahorro, etc.,
han sido y son el pan nuestro de cada día. A la recalificación de
los terrenos del Bernabéu (investigada por la UE por entender que el
Ayuntamiento de Madrid estaba inyectando de esta manera una
importante cantidad de dinero ilegalmente al club) se suman las
intervenciones de las autonomías y ayuntamientos para evitar la
desaparición de clubes señeros. Así el Instituto Valenciano de
Finanzas, de la Generalitat, es de los mayores accionistas o
financiadores del Valencia, el Levante, el Elche y el Hércules.
Pasa lo mismo con el Oviedo y el Santander y otro tanto con el Celta,
salvado por otra banca intervenida, la Nova Caixa Galicia (si, la de
las preferentes). Y con el Depor y el Xerez. Y se encuentran en
concurso de acreedores, además de los citados, el Betis, la Real
Sociedad, el Mallorca, Rayo Vallecano, Valladolid, Granada, Zaragoza,
Málaga, Recreativo, Sporting, Racing, Murcia… Y podría seguir
poniendo ejemplos que no cabrían en este espacio.
Pero
hay más. La deuda total del fútbol español es en estos momentos de
más de cuatro mil ciento once millones de euros (casi cuatro mil
pertenecen a los clubes de primera división), y sus pérdidas brutas
de los últimos años superan los seiscientos millones de euros. Si
una pyme o una familia española tuvieran algún problema con
Hacienda o con la Seguridad Social, el “imperio de la ley” caería
sobre ellos de manera contundente e inmediata, pero con el fútbol no
pasa lo mismo. En la actualidad la deuda total de los clubes
españoles a la Seguridad Social es de 16,6 millones de euros (ha
aumentado un 65% en el último año y medio) y los débitos a la
hacienda pública (no se incluyen aquí el Real Madrid, Barcelona,
Athletic de Bilbao y Osasuna, que no son sociedades anónimas y no
hacen públicas sus deudas) se acercan a los 700 millones de euros
(ha sufrido un incremento de un 25% en los últimos cuatro años). La
UE ha puesto el grito en el cielo recientemente al considerar que
España, al no cobrar estas deudas, está financiando indirectamente
a los clubes en un franco atentado a la libre competencia. Y da lo
mismo que se haya incluido en la Constitución la eliminación del
déficit público.
Según
el último estudio realizado por la consultora estratégica A.T.
Kearney, el fútbol europeo se encuentra en la bancarrota y la
Primera División española, la Premier inglesa y la Serie A italiana
podrían estar arruinadas en dos años. Lo decía también
recientemente el presidente del Olympique de Lyon: “el fútbol vive
en una burbuja especulativa que está por estallar”.
Y
al amparo de todo esto la corrupción que no deja de aumentar. El
fraude de Messi al fisco puso sobre el tapete la trampa continuada de
las grandes estrellas, que juegan con la cesión de sus derechos de
imagen a una sociedad para convertirla en actividad económica y a
partir de ahí mover los réditos hacia paraísos fiscales. Y eso que
muchos de los galácticos se siguen acogiendo a la ley Beckhan que
derogó el gobierno de Zapatero para los nuevos contratos y que
apenas tributan un 10% a las arcas públicas, frente al 43% del
resto. También empiezan a aparecer cada vez más las denuncias por
el amaño de partidos para evitar descensos, según ha denunciado la
misma fiscalía y, más terrible aún, para manipular las apuestas
ilegales que cada vez cobran más fuerza a través de internet -“la
mayor amenaza para el deporte en los tiempos actuales” según el
presidente de la FIFA- hasta el punto de que ya mueven más de
200.000 millones de euros. No nos puede extrañar entonces que acudan
a devorar este pastel distintos fondos internacionales de inversión
que ya controlan, según El País, al menos 54 jugadores en España.
Y
nadie se atreve a poner el cascabel al gato. Como escribía
recientemente Julián García Candau, “aunque se confirmara
judicialmente el delito habría manifestaciones públicas para
protestar por la sanción al club de la ciudad”. Me hicieron mucha
gracia, por cierto, unas declaraciones recientes, en El Mundo, del
jugador de baloncesto de la selección, Germán Gabriel: “al
político le pido la honestidad del deportista”. ¡Manda tela! El
deporte es extraordinario. La política es imprescindible. En ambos
casos habría que arrancar de raíz la mala hierba que crezca en su
seno. Es necesario romper con la tolerancia cómplice de los
desafueros. Sin embargo para una mayoría, la política y los
políticos son un asco. Sobran las administraciones públicas. Da lo
mismo si son los mercados los que nos gobiernan y si se siguen
produciendo empobrecimientos, ajustes y recortes a granel… pero a
la religión laica del fútbol, como lo denomina Vargas Llosa, ni
tocarla. Y da lo mismo si está podrida. Según Manuel Mandianes “la
democratización de la cultura, la libertad de expresión y los
beneficios de la globalización se reducen para muchos a conocer el
nombre de los futbolistas y poder hablar de sus hazañas sobre el
césped”.
Ya
no pasa siquiera lo que cantaba Juvenal cuando denunciaba la
manipulación del pueblo romano por el poder político y económico:
“(la gente) se limita ahora a si misma y ansiosamente espera por
solo dos cosas: pan y circo”. Hay casos en los que ni importa el
pan. Como dice Cicerón: “allá los ciudadanos que no se preocupan
de lo que sucede en su país y centran su atención solamente en el
circo”.
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