En
su día la conexión del agua de abasto público mediante la
instalación de estos pilares fue todo un avance significativo en la
mejora de la salubridad y calidad de vida de los habitantes de La Atalaya. Un veterano vecino del pueblo ha accedido a
informarnos, echando mano de sus recuerdos, sobre la curiosa historia
de los pilares y de como saciaron su necesidad vital de agua en el pasado.
LOS
PILARES DE LA ATALAYA
Siendo
Alcalde D. Francisco Ayala Jiménez, allá por el año 1.925 propuso
dotar de agua de abasto a La Atalaya. En aquel entonces se instaló
un pilar en la entrada del pueblo, hoy calle Venezuela. Los
habitantes de La Atalaya hacían cola cada día en el pilar para
llevar a sus casa el líquido elemento. Los más pudientes instalaron
su propia conexión posteriormente para tener agua en sus domicilios,
mientras el resto debía acarrear cada día el agua hasta sus casas.
Hoy,
después de tantos años, recuerdo las colas de gente esperando con
sus vasijos para
llenarnos de agua para sus casas. Las personas
encargadas de abrir el agua cada día (sólo se abría el agua del
pilar durante una o dos horas cada día) eran, Cho-Gregorio, Paquito el
del Agua y Maestro Paco el de Reyita. Fue un avance muy importante
para los vecinos de La Atalaya que con anterioridad tenían que
desplazarse a las diferentes acequias y troneras de riego para
abastecerse de agua, con el consiguiente riesgo sanitario para la
población.
Pasado
el tiempo se instalaron tres pilares más, uno en lo que hoy es la
Plaza de San Pedro, otro en en lo que hoy es la calle Santa Cruz de
La Palma (muy cerca del comienzo de la calle Méjico), y otro casi al
comienzo de lo que hoy es la calle Santa Cruz de Tenerife.
De
estos cuatro pilares se abastecieron durante muchos años los
ciudadanos que no disponían de medios para instalar el agua de
abasto en sus domicilios (que eran la mayoría). Con el paso de los
años los vecinos pudieron ir instalando el agua de abasto en sus
domicilios y la utilización de los pilares fue cayendo en desuso. En
único que aún se conserva en la actualidad -aunque sin agua- es el
que está a la entrada de La Atalaya, en la calle Venezuela. En el
citado pilar hay una placa conmemorativa que hace referencia al
acontecimiento de su inaguración, el primer punto con agua de abasto en La Atalaya.
Relato
oral facilitado por Francisco Vega Ramos (84 años), vecino de La
Atalaya.
Vista actual de La Atalaya en la que se señala la ubicación que tendrían hoy los cuatro pilares
Situación aproximada que tendría el 2º pilar en La Plaza de San Pedro
Situación aproximada que tendría el 3er pilar en la c/ Sta. Cruz de La Palma
Situación aproximada que tendría el 4º pilar en la c/ Sta. Cruz de Tenerife
Buscando
información sobre el mismo tema llegó a mis manos, a través de
Armendáriz Jorge Ortega, el programa de las fiestas de San Pedro
2012, en el que se incluyó un artículo de Sergio Aguiar Castellano,
titulado “El abasto público de agua de La Atalaya: Historia de sus
pilares”.
El
abasto público de agua de La Atalaya:
Historia
de sus pilares
La
llegada del abastecimiento público de agua a La Atalaya procede de
la reivindicación
“no
ha de estar condenado el numeroso vecindario de dicho barrio, a
continuar surtiéndose de las aguas sucias, y hasta inmundas en
ocasiones, que de siempre han estado exclusivamente destinadas al
riego de la agricultura y que son las únicas que por aquellas
cercanías discurren, así pues los firmantes (81) pedimos que tenga
a bien tomar los acuerdos conducentes al establecimiento de un pilar
o fuente pública de agua de abasto y que conducida por cañería
surta al barrio de Atalaya”.
Por
entonces La Atalaya en 1920 era considerada una Aldea situada a 1.300
metros del casco de la ciudad, con una población de 90 familias
censadas.
La
iniciativa vecinal es tratada en la sesión del ayuntamiento el 27 de
julio de 1923, que por entonces presidía el alcalde Francisco Ayala
Jiménez, y que acuerda sea estudiada por las comisiones de hacienda
y aguas públicas. Pero no será hasta mayo de 1925, casi dos años
después de la solicitud vecinal, cuando se tome el acuerdo de
encargar un estudio técnico para la conducción de las aguas a La
Atalaya. Y para tal fin, es nombrado el ayudante de obras públicas
Simón Benítez Padilla, que elaborará un proyecto para instalar
“una tubería de 703 metros de hierro galvanizado de dos pulgadas
con un presupuesto de 5.631,50 pesetas, y cuya subasta se publica en
el Boletín Oficial de Canarias Orientales de 22 de mayo de 1925. A
la subasta de esta obra sólo se presentó un licitador, Juan Köster,
comerciante, que por aquel entonces era vecino de Guía, y al que se
le adjudicó, firmando el contrato el 17 de octubre de 1925.
Comienza
de esta manera las obras del tendido de la tubería y construcción
del pilar, que concluyen casi dos meses después si tenemos en cuenta
lo publicado por el Diario de Las Palmas el 14 de diciembre de 1925:
“Con
motivo de la conducción, desde Guía, al pago de la Atalaya, de agua
potable par el servicio de aquel vecindario, e inauguración en dicho
barrio de un pilar público, se celebraron ayer animados festejos y
en el acto de la bendición e inauguración del pilar, pronunciaron
discursos el alcalde y el cura párroco de la expresada ciudad”.
Apenas
pasarán seis años, cuando el ayuntamiento, nuevamente presidido por
Francisco Ayala, acuerda el 9 de septiembre de 1931, y a propuesta de
este “proceder al establecimiento de la tubería de agua a presión
en las calles del mencionado barrio (La Atalaya), a fin de que aquel,
pueda hacer uso de la misma, con mayor comodidad posible y sin tener
que acudir al pilar público establecido allí”, coincide este
nuevo proyecto con el encargado al maestro de obras, Francisco
Rodríguez del Pino, para conducir las aguas de abasto desde La
Atalaya hasta Becerril, con la instalación también allí de un
pilar. La propuesta del alcalde además establecía que, a la vez que
se efectuara el nuevo tendido de la tubería, se empedrara el
pavimento de las calles.
Ya
en 1930 La Atalaya, contaba con un censo de población de 689
habitantes. Por entonces y hasta que el agua llegó directamente
hasta las casas alquiladas para la escuela pública, el ayuntamiento
pagó durante varios años a varias mujeres por llevar el agua desde
el pilar a las mismas, entre otras a María Godoy y a Pino Pérez,
que cobraban 15 pesetas mensuales. En julio de 1932 el concejal Juan
Rivero García informa que por quejas de los vecinos ha sido
informado que
“el
pilar público de La Atalaya ha permanecido abierto durante los tres
últimos días con el consiguiente perjuicio para los intereses
municipales”,
ante lo que el Alcalde Ayala propone
“designar
un empleado que con la retribución diaria de dos pesetas y cincuenta
céntimos se encargue del servicio de distribución de aguas de La
Atalaya y además del cuidado de los faroles de acetileno del
alumbrado público... se acuerda nombrar como tal encargado a
Gregorio Delgado Ramos
Debido
al crecimiento de la población de La Atalaya, en mayo de 1936 el
concejal del Barrio Luís Rivero Luzardo propone la construcción de
un nuevo pilar “en el sitio de la nueva urbanización del barrio”,
en el lugar denominado “la zanja”, obra ejecutada por parte de
Manuel Jiménez, hojalatero-fontanero de Guía, que tenía taller en
la calle del Agua.
En
abril de 1947 varios vecinos de La Atalaya publican en el periódico
Falange una carta donde se quejan del estado del servicio de aguas
del barrio
“Es
sobradamente sabido que la restricción de este líquido ha llegado a
tal punto en La Atalaya de Guía, que tanto en los pilares públicos
como en las instalaciones particulares, no solamente no satisface las
necesidades más esenciales, sino que aún con la mayor economía,
apenas suple el consumo de unas pocas horas”.
Coincide
este problema con el importante crecimiento urbanístico del barrio,
la población ya era de 1947 habitantes. Y por parte del ayuntamiento
se acometían obras de mejoras en las calles y plaza de La Atalaya,
con la pavimentación de las primeras y la explanación de la plaza
por parte del maestro de obras Luís Aguiar Benítez, con un
presupuesto de 8.000 pesetas.
Como
se indicaba anteriormente Gregorio Delgado fue nombrado en 1932 como
encargado del primer pilar de La Atalaya, pasando en 1936 a serlo
también del segundo y que fue ubicado en el lugar conocido por “la
zanja”. Este vecino desempeñó el cargo hasta 1941, en que los
sustituye Pablo Díaz, que también será encargado del pilar de
Becerril. En el año 1944 es sustituido por enfermedad interinamente
por Francisco Miranda García, hasta que en 1946 pasa a obtener la
plaza definitivamente por el fallecimiento de Pablo Díaz. Desde
entonces Francisco Mmiranda García ocupó la plaza de fontanero,
siendo el responsable de los pilares de La Atalaya y Becerril, cargo
que compaginó en la década de los cuarenta del siglo XX con el de
guardián del Colegio de La Atalaya, falleció en marzo de 1968.
El
abasto público de agua de La Atalaya en los años 50-60 del pasado
siglo contó con nuevas inversiones en la mejora del mismo,
especialmente con motivo de la construcción del grupo de viviendas
“Luján Pérez” entre 1956-1957, que además trajo consigo
mejoras urbanísticas en el trazado de las calles con pavimentación,
alcantarillado y alumbrado, así como nuevas obras en la plaza de San
Pedro.
Efectivamente
en abril de 1961 el arquitecto José Luís Jiménez Domínguez, y por
encargo del ayuntamiento, presenta un proyecto donde se contempla la
construcción de una nueva plaza cuyo objetivo era:
“dar
solución definitiva a la extensión de terreno sin urbanizar sita
frente a la iglesia de San Pedro, en construcción, del populoso
barrio de La Atalaya. El principal problema a resolver es el de las
rasantes determinadas por la fuerte diferencia de nivel entre las
calles M y N...”. El proyecto contemplaba entre otras fases, la de
“traslado del actual pilar de abastecimiento de aguas, al pié de
la escalinata central”.
Sergio
Aguiar Castellano. Archivo-Biblioteca Municipal de Guía.
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