Debemos mejorar nuestra
sensibilidad medioambiental, debemos activar todos nuestros sentidos y espíritu
crítico para dejar de encajar plácidamente las agresiones al territorio y al
más elemental sentido de la estética. Sólo nuestro sentido crítico puede hacer
que las cosas cambien en nuestra tierra. Tenemos unas islas maravillosas y con
un clima envidiable, que si no mimamos y cuidamos para generaciones futuras
acabaremos dejándoles a nuestros hijos y nietos unos “preciosos” peñascos de
hormigón y mal gusto.
Todo esto viene al hilo de lo
que podemos observar en cada rincón de nuestra maltratada tierra canaria.
Observo a diario, ya sea en zonas urbanas o rurales atentados estéticos –por
ser diplomáticos- que los diversos organismos públicos, por acción u omisión, y
las diferentes empresas suministradoras de electricidad, teléfono y, más
recientemente, televisión por cable e internet y sus correspondientes cableados
ocasionan al paisaje. Desde siempre (en aras a una malentendida modernidad),
las empresas eléctricas y telefónicas han hecho de su capa un sayo en lo
referente al tendido de los cableados aéreos, que forman a día de hoy una
telaraña repugnante y antiestética en todo el panorama insular. Tanto las
líneas de alta y media tensión que destrozan con su presencia el paisaje más
idílico, pasándose por el arco del triunfo las más elementales normas de
protección del territorio, continuando por las telefónicas, alumbrado público, y
en los últimos años las antenas de telefonía móvil, forman un paisaje “telaráñico”
desolador ante los ojos del más insensible de los observadores.