La
inauguración, el pasado lunes día 21 de octubre, de un
aerogenerador experimental de energía eólica marina de 5 MW en el
Puerto de Arinaga (Agüimes, Gran Canaria) ha supuesto, sin duda, un
hito histórico para las renovables en el mundo. Una empresa
española, a la vanguardia de la investigación y la fabricación de
molinos eólicos en el planeta, decidió apostar por este rincón
canario, frente a propuestas de EEUU y de Suecia, para instalar el
más grande proyecto europeo de estas características. Gamesa nos
sitúa en uno de los lugares más visibles de los cinco continentes y
deja patente, para los más obtusos, las potencialidades (de las
mejores del mundo) de nuestros vientos y nuestro territorio para
generar energías limpias. Y abre, además, la espita a la
investigación y al desarrollo de una nueva propuesta de 8 MW a pesar
de la crisis económica y las inseguridades que la reforma energética
ha trasladado al sector.
Esta
debió ser la noticia, sin más. Y es con esto con lo que nos debemos
quedar principalmente. Pero el bautizo del molino de Arinaga tuvo su
aquel. Y desvela actitudes que dejan bastante que desear.
Para
el desarrollo del acto de puesta en marcha de la máquina, los
responsables de Gamesa decidieron dejar fuera de los actos
protocolarios principales a los presidentes del Cabildo de Gran
Canaria y de la Autoridad Portuaria de Las Palmas y al alcalde de
Agüimes -las instituciones que más se implicaron en el proyecto-,
porque les interesaba más internacionalizar el acto con la presencia
del ministro de Industria y la del presidente del Gobierno de
Canarias. Y para qué fue aquello. Se armó la de San Quintín.
Durante varias semanas los responsables de protocolo del ministerio y
del presidente canario se afanaron en dejar claro a la empresa que
el acto debía estar presidido por los cargos políticos a los que
representaban. Por supuesto, cada uno pujaba por el suyo. En la
empresa no salían de su asombro: les estaba costando más todo ese
lío que el montaje del aerogenerador; hasta última hora no cesaron
los tiras y aflojas, pero al final se decidió que correspondía a
Paulino Rivero presidir el acto.
Pero
los responsables de Gamesa tendrían que ver más cosas. El mismo día
del evento, pudieron comprobar -pudimos, muchos de los que estábamos
allí- como al presidente canario solo se aprestaron a recibirle Luís
Ibarra, el alcalde agüimense y el máximo responsable de Gamesa pues
el ministro, la delegada del Gobierno y el presidente del Cabildo
habían hecho mutis por el foro, mientras los jefes de protocolo
ejecutaban la danza del viento corriendo de un lado para otro. Como
dice Raúl del Pozo, “aquí los políticos baten los récords de
impopularidad en un campo de destrucción, donde unas especies
devoran a otras”.
Dentro
de la carpa instalada para la ocasión la cosa fue más dura. Resultó
curioso ver como protagonizaban el acto el ministro que le ha dado
el mayor hachazo a las renovables en la historia de España, mientras
su Gobierno deja sin financiación a la investigación española, y
el presidente de una Comunidad Autónoma que era puntera en energía
eólica y que hoy se encuentra en el vagón de cola.
Sí,
estamos a la cola en producción de renovables y antes éramos
vanguardia. Llevamos quince años sin instalar un molino a pesar de
que la generación energética convencional supone un sobrecoste de
más de mil quinientos millones de euros y a pesar de que producir
con la energía del viento sale mucho más barato en Canarias (no
llega a 85 euros el MWh frente a los 186 euros MWh de las fósiles)…
Ha
pasado todo este tiempo y hemos visto como, cuando gobernaban CC y
PP, la corrupción y los recursos se adueñaron del primer concurso
eólico y dieron al traste con la propuesta (por cierto, nueve años
después no sabemos aún qué pasó con aquella trama); hemos podido
comprobar cómo no se han ejecutado las infraestructuras necesarias
para poder verter a la red la energía producida; hemos sufrido los
obstáculos del planeamiento; hemos contemplado cómo no solo no se
soluciona el problema de las afecciones aeroportuarias sino que cada
día surgen nuevos inconvenientes; hemos constatado cómo no se han
creado centrales hidroeólicas que permitan el almacenamiento de la
energía limpia generada…
Y
viene el ministro a decirnos ahora que las renovables son muy
importantes para el mix energético, cuando los sectores eólico y
solar están que trinan porque saben, como afirmó el presidente de
Gamesa, que la reforma energética “va a hacer que no haya
proyectos de energías renovables para los próximos años”; cuando
en la agenda del ministerio solo aparece el fracking, el crudo y el
gas; cuando la inseguridad jurídica se ha adueñado de todo el
sector; cuando se habla de una retribución para la eólica canaria
de 85 euros MWh solo para tres años y para la potencia adjudicada,
dejando fuera las repotenciaciones, los consumos asociados y los
nuevos parques que se adjudiquen…
Y
sube luego al estrado Paulino Rivero a decirnos que en su proyecto
para las islas cobra especial relevancia la industria (que ha bajado
en los últimos años en Canarias de una manera alarmante hasta
situarse en un 5%, frente a un 13% en la península); que está
potenciando la I+D+i cuando está desmantelando el ITC y despidiendo
a una parte importante de sus trabajadores (lo único bueno que hemos
tenido en este campo en la historia de la Autonomía) y que “los
combustibles fósiles son el pasado y las renovables el futuro”,
cuando hace apenas unas semanas en una conferencia en Canarias7,
afirmaba, ante un nutrido grupo de empresarios, que su apuesta por el
gas era rotunda. Y obviaba que su implantación frenaría la de las
renovables y que si es peligrosa la extracción de crudo a sesenta
kilómetros de las costas majoreras no lo es menos situar una
regasificadora a menos de seiscientos metros de Arinaga.
En
fin, pamplinas. Y frente a esta palabrería vacua, tuvo que ser
Ignacio Martín, el presidente de Gamesa, el que, además de dejarnos
una inversión de 200 millones de euros y de situarnos en el mapa
eólico mundial, reclamara al ministro que no se permita la
desaparición de la I+D+i y que no se ataque a la eólica que genera
el 20% de la energía del país y que supone un superávit en
generación de empleo, en balanza de pagos -por la exportación de
tecnología y por la reducción de la importación de combustibles-,
en términos medioambientales y por la garantía de suministro y la
reducción del coste de la energía. Y además nos demostró cómo
distintas fábricas suyas de aerogeneradores en diferentes lugares de
España emplean a más de tres mil trabajadores; cómo en lugares
como el País Vasco o Navarra se han creado industrias de
fabricación, montaje y mantenimiento, centros de investigación y
centros de formación para jóvenes; cómo se han expandido por el
mundo vendiendo tecnología… Y nosotros a la cola, pero con
palabras bonitas que se lleva el viento y enfrascados en peleas de
protocolo. ¿De verdad el presidente canario y el ministro español
no se sienten ni un poquito culpables de todo esto?
No hay comentarios:
Publicar un comentario